El hombre sin silueta





Cuando recuperó la conciencia ya estaba aplastada en la cama. Muy débil, por la falta de huesos y carne que la sostuviera, la silueta se puso en pie. No se había visto cosa igual. La silueta de un hombre andaba sola por el mundo. Entendiendo un poco como funcionaba una silueta sin cuerpo, se puso frente al espejo. Todo era transparente, lo único que se veía era una línea fina que definía el fin de un espacio que alguna vez estuvo lleno. La delgada silueta, obviamente, se dispuso  a recuperar su cuerpo.
          Lo primero que hizo fue ir tambaleándose hasta donde iba todas las mañanas, al trabajo. Era allí donde estaba su dueño de 8:00am a 3:00pm.  Lentamente la silueta se movió por las calles hasta llegar a su destino. Una vez allí, se escurrió entre las personas del elevador y se bajó en el piso 7. Aquel piso estaba lleno de cubículos, en cada uno había un empleado.  Caminando  entre los cubículos  la silueta vio personas a las que conocía. Amigos, compañeros y el tipo que siempre le daba mucho trabajo y era insoportable; el jefe.  Él estaba llamando a gritos a un tal Henry. La silueta  sintió que ese era el nombre de su dueño. Debido a su pobre resistencia, cayó  al suelo. Al levantarse dirigió a sus sentidos al cubículo 144B. Ahí era a donde iba todas las mañanas. Al mirar hacia allá vio la espalda  difusa de un hombre que se alejaba de la oficina y se dirigía a la puerta de salida. Hizo un intento por alcanzar  a su dueño pero una brisa ruda hizo que la  silueta  cayera por la ventana.  Como si danzara por el aire se deslizó hasta llegar a la calle.
         Luego de unos minutos logró incorporarse, como pudo, fue a la casa de su dueño.  Frustrada por no encontrar a su hombre sin silueta, se recostó en la cama. Se le ocurrió que en algún momento  su cuerpo iba a llegar a dormir y  en ese momento volverían a unirse. La tarde se durmió sin prisa y al llegar la mañana la silueta descubrió que aún  estaba sola. Sin embargo, cuando recuperó todos sus sentidos notó que la puerta estaba siendo  cerrada. Con poca fuerza se deslizó hasta la ventana, al mirar, vio cómo el auto de su dueño se alejaba.
          Salió de la casa. Estaba confundida. Entre su desesperación recordó que su cuerpo iba a ir al parque a jugar con su hija y a esa cita jamás faltaría.  Camino al parque pasó por una tienda de electrónicos. En el escaparate había varios televisores que transmitían las noticias de última hora. Todas las emisoras ya pasaban la noticia, Henry Sinterberg había sido reportado como desaparecido. La familia de Henry estaba preocupada, sus compañeros de trabajo y todas las personas que lo conocían estaban consternados. Ni su propia silueta conocía su paradero. La silueta perdió las esperanzas, si Henry estaba perdido, iba hacer imposible encontrarlo.
          Canalizando la fortuna de aun tener existencia, la silueta se sentó en uno de los bancos que había  en el parque donde la hija de Henry no estaba. Las personas iban y venían, todos muy diferentes. Pasó una familia, un niño que paseaba un perro, un joven adulto que trotaba por una vereda y un pintor. Este último se colocó frente al banco en donde la silueta estaba sentada, preparó todo lo que necesitaba y comenzó a pintar. Al cabo de una hora el pintor dijo: “Henry, debes darte tiempo para encontrarte a ti mismo. La vida, la rutina, las tantas cosas por hacer te consumieron. Cuando una persona le dedica todo su tiempo al mundo exterior aquello que lo sostiene desaparece. Si perdemos aquello que tenemos en el interior, aquello que más que valer la pena vale las alegrías, lo que nos hace ser quienes somos… Ay Henry,  deja de buscarte por las calles y busca en tu interior. Cuando vuelvas a ser lo que eras, ve a buscar este cuadro a mi taller. Te lo voy a regalar.”
          Luego de varios días Henry fue al taller del pintor. “Vine por mi cuadro”. El pintor le entregó un  cambas llenó de una  pintura plateada  y brillosa. Tan buena era la pincelada que reflejaba todo como si fuera un espejo. Desde ese día, el hombre jamás volvió a convertirse en silueta. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Los tres cerditos: una historia de terror / The Three Little Pigs: A Terror Story

El calcetín rojo

Érase un Hombre que quería un corazón de piedra