El oasis



La vida está llena de coincidencias, es así como suceden las cosas más inexplicables. El niño no había comido nada hacía al menos una semana, el calor había borrado el sabor del agua de sus labios. Notnilc, fue la primera en verlo, estaba bajo el sol, rodeado de desierto. Cargó el niño al hombro hacía un oasis cercano. En el camino se cruzaron con Dlanod, un hombre que iba al mismo destino. Dlanod, caballerosamente, quitó el peso de los hombros de Notnilc. La noche los atrapó antes de llegar a su destino, el hambre del niño se hacía inaguantable, aún así, decidieron mantener el paso. El niño pasaba de espalda en espalda para aligerar el viaje y evitar el cansancio. Para que no muriera de hambre, ambos le dieron de lo que tenían con ellos para alimentarse. El tiempo que tardaron en llegar fue suficiente para crear algunos vínculos afectuosos. Cuando por fin llegaron, pudieron tomar agua.  Sus fuerzas se restablecieron bastante, decidieron pasar la noche allí para recuperarse del todo.
          Mientras dormían, los arbustos comenzaron a moverse de forma escalofriante. El niño se despertó asustado y corrió a los pálidos brazos de sus salvadores. Amabó sacó su cabeza por entre los arbustos. Cautelosamente se quedó a la vista. Notnilc, Dlanod y el niño se quedaron en silencio. Amabó, sin notar su presencia, se acercó al agua. Desvistió su torso oscuro y lavó su camisa manchada. La estregó con fuerza, pero las manchas no se borraron. Colgó la camisa en unas ramas, dejado en evidencia las líneas rojas que manchaban la espalda de la tela. No eran manchas recientes, daban la sensación de haber sido impresas a látigo hacía muchos años.  El niño se escabulló de los brazos de Notlic para colocar su inocencia más cerca de Amabó, se veía diminuto frente a él. Notlic y Dlanod le gríatron: “aléjate de él”, pero el niño no entendió. Amabó lo tomó en sus brazos de forma inofensiva. Fue entonces cuando todos acordaron, por omisión, no hacerse daño entre sí.  La comunicación se dificultó al comienzo, Notlic y Dalnold no podían comunicarse claramente con Amabó, que entendía solo algunas cosas que había aprendido a la fuerza.
          Con un poco de esfuerzo reunieron lo que tenían: armas, alimentos, equipo, agua. Lo reunido fue suficiente para quedarse en el oasis unos días más. El niño jugaba con todos y en pocos momentos se convirtieron en su familia. Durante esos días hubo de todo, desde canciones hasta historias.  De lo poco que se pudo entender de las conversaciones que tuvieron, resultó que todos habían huido. Notlic, huyó de la  casa de su padre porque la habían vendido a un señor para que se casara con ella. Dlanod, era perseguido por el padre de una joven con la que él estuvo sin haberse casado. Los víveres se acabaron antes de que Amabó dijera por qué había escapado. El momento sin retorno había llegado, cuando estuvieron listos para partir se dieron cuenta de que ninguno tenía el mismo destino, lo que dejaba una interrogante. ¿Con quién se iba el niño?
          Notilc quería llevárselo, decía que ella lo iba a criar como un buen hombre, de esa forma acabaría con los malos tratos hacia la mujer. Espantado Dlanod se exaltó y dijo que no podía ser así, que un hombre de verdad no tenía que aguantarle tonterías a las mujeres. Replicando, Amabó dijo que hombres y mujeres eran iguales, su maldad consistía en hacerle daño a otro solo por ser distinto. Todos querían llevarse al niño.  La calma se mantenía, pero la tensión le subía a la nariz, se acumulaba en los parpadeos, en los movimientos abruptos de las manos, en los gestos torcidos de las bocas.  La discusión duró el tiempo necesario para que les volviera el hambre, esta vez sin nada que comer. Luego de un rato lograron  acordar que el niño había tenido suerte de estar vivo, por ende, se merecía algo grande, lo mejor. Volvieron a plantear ideas, esta vez las mejores: ¡será un hombre de poder con mujeres y dinero! ¡será un hombre que respete a la mujer! ¡será un hombre libre!
          Al ver lo circular de la situación, Dlanod sacó su arma, una pistola grande, de calibre, imponente, de macho alfa. Amabó, lo superó por mucho, un rifle, bien cargado y listo para matar. Notilc tomó de su cintura, un cuchillo. Al verse en desventaja, levantó su falda y sacó su arma, una pistola semiautomática que ni siquiera correspondía a la época. El niño permaneció mirando hasta que los vio morir a todos.
El hambre volvió para sofocar el estómago del niño, quien luego de tomar un poco de agua, se arriesgó a llegar a alguna parte. A medio día, el niño se había desmayado en la arena, dos extraños corrieron a su auxilio. Nolor lo cubrió del sol, Aseret le dio de su agua. Aseret, agradeció a Dios y a la Virgen por encontrar al niño, Nolor murmuró: qué pérdida de tiempo.  Aseret dijo con voz maternal, tranquilo niño pronto llegaremos al oasis.

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