El poblado que alcanzó el cielo



Los mandaron a llamar a todos porque era necesario, urgente. En el pequeño y remoto poblado, era común que todas las mujeres quedaran embarazadas al mismo tiempo. Cómo casi todas rondaban las semanas 40 fueron los hombres los que asistieron al llamado. Si bien las historias de españoles, ingleses, franceses y extraterrestres habían permitido la existencia del poblado, era necesario colocarse en el mapa.  Era un lugar alejado dentro de lo lejano, apartado de todo, rodeado por agua y nada era más alto que una casa. La urgencia recayó en que para el mundo, el lugar era inexistente y eso, para ellos, era inadmisible.  Para solucionar su dilema hubo un debate, uno de los muchos en los que trataban de resolver algún problema, luego de haberlo empeorado al máximo. Un monumento, eso fue lo que acordaron construir. ¿Qué tipo de monumento? Aunque nadie estuvo de acuerdo de primera intención, sí estaban seguros de que debía superar las expectativas de la torre de Babel, iba a sobresalir del cielo para que todos supiesen que estaban allí.  Fue así como la diversidad lingüística de los de ciudad y los de campo se mezcló con la intención de lograr un mismo objetivo. El inconveniente inmediato que presentó este asunto fue la falta de materiales. Los de campo no tenían muchas riquezas, los de la cuidad tampoco eran los más afortunados, puesto que pocas cosas movían la economía autónoma del lugar. En vista de que la pobreza estancaría el “Babelisimo” proyecto, se ordenó a todos dar lo que tenían y buscar lo que no tenían para darlo. No hubo alguien que se resistiera a la idea de no cooperar bajo amenaza, hasta los más pobres fueron consignados a encontrar en los ríos el bien que engrandecía a otras naciones. Para ese entonces las piedritas de oro estaban por todas partes, puesto que nadie los había colonizado, el esfuerzo de las personas recolectó tanto oro que decidieron que todo el monumento iba a ser construido del mismo mineral.
          Tardaron varios meses en fundir aquella inmensa cantidad de oro, cuando se solidificó quedaron conformados unos enormes huesos amarillos, de oro sólido. Cada pieza  pesaba más de lo imaginado, todo hombre, mujer y niño del lugar tuvo que ayudar para mover las piezas para acomodarlas y armarlas. Cada parte una fue llevada el centro del poblado y de inmediato comenzaron las labores, que duraron días, semanas, meses y años. Con todo y tener el diseño aprobado de forma unánime, el proyecto se pronlogó más de lo esperado porque los más jóvenes y fuertes, toda una nueva generación, encontraban absurdo y martirizante la creación de un monumento gigantesco. Para el último año de construcción, la población había disminuido grandemente. La mayoría de los jóvenes habían abandonado el lugar. Por tanto, el 70% de la población sobrepasaba los 50 años, pero, de todas formas, estaban orgullosos porque después de diez años por fin el monumento estaba en la etapa final. Solo faltaba ajustarlo al suelo, pero necesitaban más mano de obra humana de la que tenían. Padres, madres, grupos religiosos, artistas, políticos y todos… hicieron lo posible por recuperar a aquellos jóvenes que habían emigrado durante los años de la construcción.  No lograron reunirlos a todos, pero el sentimiento reunió los suficientes para terminar el trabajo. El día de la inauguración, un 31 de octubre, el monumento estuvo tapado con un gigantesco manto negro que, al quedarle pequeño, dejaba al descubierto una filosa media luna de oro que brillaba con el calor del sol.  La prensa de todas partes del mundo asistió al evento que prometía ser el más importante del año y quizás del siglo. Por primera vez en su historia, el mundo los observaba.
          Alrededor del mundo se hablaba del ingenio de los arquitectos quienes hicieron alarde de su diseño diciendo a viva voz: “el nuevo monumento no solo será el más grande de la historia, sino que innovará los términos de rigidez que se ven en los monumentos comunes. Este tendrá movimiento y podrá ser cambiado de posición con facilidad, a pesar de su gran tamaño.”  Así se repitió una y otra vez por cada rincón del planeta. Mientras tanto, toda la población se acomodaba bajo el monumento para descubrirlo. A la cuenta de tres todos hicieron fuerza para quitar el manto que cayó, dejando al descubierto una calavera absurdamente grande, que con sus cuencas vacías perdió la postura recta para mirar al cielo. De inmediato los espectadores comenzaron a hablar de un error en el diseño, o de un mal uso de lo materiales. La estatua seguía moviéndose y parecía reírse mientras se contorsionaba hacia todos lados. Las personas halaban el manto, pero esté comenzó a enredarse en las manos del inestable monumento, que no dudó en aflojar la articulación que sostenía la guadaña. Fue tal la fuerza con la que se deslizó, que decapitó a medio poblado al pendular a la izquierda y a la otra mitad al pendular a la derecha. La gigantesca estatua quedó con todos los huesos descubiertos, contorsionada en medio de un retortijón, el manto tapó a los difuntos y la guadaña amarilla y roja quedó moviéndose de lado a lado en un constante vaivén que, minutos después, pondría a aquel poblado vacío en el mapa.

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